Un
Miserere, cantado en común por una muchedumbre azotada del destino, vale tanto como una
filosofía. No basta saber curar la peste , hay que saber llorarla. Sí, hay que
saber llorar. Y acaso ésta es la sabiduría suprema.
Un pedante que vio a Solón llorar la
muerte de un hijo, le dijo: ¿Para qué lloras así, si de nada sirve? Y el sabio le
respondio: Por eso precisamente porque no sirve.